La Estructura de la Realidad (3)
La Estructura de la Realidad
Antes de abordar de manera especifica el diseño de organizaciones para la consecución de objetivos es importante interpretar adecuadamente la formación de la realidad.
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La cuántica establece que las
partículas elementales, constituyentes del átomo, no son elementos
esencialmente reales dada su imprecisión existencial. Se pueden comportar
como partículas en un
momento dado, y como ondas en el siguiente o en el anterior como si existieran
en un espacio y un tiempo que no reconoce el presente, saltan del pasado al
futuro, y a la inversa. El presente sólo es reconocido como una
necesidad y una arbitrariedad de la observación humana. Es muy
importante resaltar que bajo este contexto se esta- ría admitiendo la
existencia del tiempo. No obstante, contradictoriamente, las partículas
elementales y las ondas exigen su derecho de ser el fundamento de la materia.
Paradigma complejo y de difícil solución. La relevante incapacidad estriba en
que tanto los fenómenos a grandes velocidades como los que ocurren en el
mundo de las partículas elementales o
micropartículas o mundo cuántico, son solubles siempre que no sean sucesos simultáneos.
Esta disyuntiva generó el principio
de incertidumbre por el cual conocemos que la velocidad y
situación de una partícula elemental solamente se puede fijar en un instante
dado, pero nunca se sabrá qué sucederá en el instante siguiente, y tampoco si
actuará como tal partícula o como función de onda, es decir, como una onda. Entonces, es aquí donde la dualidad
onda-partícula asume un papel prota- gónico
para darnos una clara explicación a este dilema.
La física clásica
la erigió Newton como respuesta
al sentido co- mún.
En este marco
macroscópico la materia
se puede evaluar, se pre- cisa su posición y su
comportamiento, se prevén los movimientos
y velocidades, sus energías y sus resultados. Las ondas eran elementos de segundo orden en comparación con las partículas que por sí solas eran suficientes para conformar la materia. La física clásica
no intuyó con la perspicacia necesaria “las
posibilidades de las ondas actuando como
partículas”, al no conocer estos elementos subatómicos, a la vez extremadamente cercanos y lejanos,
pero vinculados estrechamente a la vida de los átomos y no fue más allá del horizonte
molecular. La cuántica teoriza sobre la constitución íntima de la “materia
real” fundamentándola en dos partículas elementales: fer- miones y bosones. Los
fermiones son las partículas que construyen
la estructura de la materia,
y se encuentran representados por los electrones, protones
y neutrones. Son partículas que actúan con cierta independencia y autonomía. Los bosones son los ectores que transportan la esencia y la fuerza de la naturaleza, facilitando la conjunción del
universo, son partículas indepen- dientes que siempre interactúan entre sí, a veces sincrónicamente, pero que en ciertas condiciones pierden su individualidad.
Esta paradoja de la interdependencia e individualidad de estas partículas
fue enunciada por Einstein, Podolski y Rosen. Los bosones están constituidos por
los gluones, gravitones y fotones, siempre contendencia unívoca a la reunión
dispersa.
La interrelación
dinámica entre fermiones y bosones la funda- menta especialmente el fotón, que
al no tener carga su propia antipartícula. Pares de electrones y positrones
pueden ser creados espontáneamente por fotones,
y este proceso se puede invertir como consecuencia de su propia
aniquilación. La antipartícula del electrón es el positrón. La colisión de un fotón (f) con un electrón
(e_) genera un brusco
cambio en la dirección de este. El e_ absorbe al f, luego
lo emite cambiando de nuevo su dirección. Fermiones y bosones son
partículas elementales que actúan en instantes indeterminados como funciones de onda.
Por causa de los bosones
los fermiones se mueven y se mantienen coherentes entre
sí, aunque independientes, en el proceso
de creación. Cuando los
bosones se solapan por la afinidad generada a causa de una “información
compartida resonante”, conllevan una determinada identidad, pero las probabilidades de existencia como tales partículas individuales disminuyen, concretándose
la materialización. A este proceso se le denomina caída
de la función de onda. Esta primigenia
afinidad puede hacer suponer la presencia de un inicial estado elemental de
conciencia. La pérdida de la cualidad
individual de los bosones es la responsable directa de la aparición de un primer estadio
de una estructura material consciente de su propia existencia.
Las
·”partículas elementales” no obedecen a leyes predeterminadas, por lo que para quien
las observa en este estado inicial resultan parecer la consecuencia de una
situación caótica, de aceptación probabilística. Minkowski, y luego su alumno,
Einstein, proponen
los campos o planos de referencia inercial,
por ejemplo: si se supone que un turista que se encuentra
en Sacré Coeur, París, pregunta dónde se encuentra el edificio número 10,
cerca de la “Place du tertre”. Para un parisino domiciliado en esa zona le será
muy fácil explicar, ya sea
topológica o matemáticamente, lo que debe hacer el turista para llegar a esa exacta dirección, sin embargo, a nadie se le ocurrirá preguntar por esa misma
dirección si se encuentra a 1.000 kilómetros.
En todo caso preguntará dónde se encuentra Europa. Es decir, los hechos responden a determinados
“planos de referencia inercial”. De aquí surge el concepto de lo relativo,
que en todo caso responde
a la referencia asociada
al propio observador.
Es
en el mundo de las certezas, donde
el movimiento es natural,
pues lo controlamos por el espacio recorrido, por el tipo
de velocidad, el tiempo y la energía empleada.
Sin embargo, para la teoría cuántica
no pueden existir planos de referencia, excepto los que devienen de un preciso
instante dado. Es el mundo
de lo impredecible, donde todo fluye, donde las partículas aparecen y desaparecen, sus movimientos son discontinuos y giran sin cesar en todas direcciones, algunas veces como tales
partículas y otras
veces como funciones de onda.
En el espacio y el tiempo se difunden
en el mundo de las partículas que circulan sin orden cronológico, se diluyen en
campos de magnitudes de onda en su propio y aleatorio espacio y se
complejizan en ocasiones, permitiendo la materialización, y en otros instantes, invirtiendo el curso del tiempo.
Las
“realidades” cuánticas son
estados potenciales, puesto que es el concepto energético el que predomina cuando hablamos del
movimiento, y sabemos que es allí donde está el gran enigma que viene de la
llamada cuantización de energía o no existencia de estados continuos, pues se repite
la pregunta
¿qué existe entre
dos valores próximos
de energía cuantizada? ¿Cómo se propagó la idea? Se supone que a través de la redes
neuronales, pero, ¿qué hubo allí?, es decir,
entre el pensamiento que produjo la idea y la idea misma no sabemos qué existe, ¿energía
cuantizada? Y entre cada nivel de energía ¿qué hay?, es aquí donde
podemos hablar del salto cuántico.
¿Actuó justamente nuestro espíritu?, o tal vez ¿existe un mundo
de partículas infinitamente más pequeñas que las que conocemos como más
pequeñas hasta ahora? Es posible que sean estas las que producen las miles de interacciones en millonésimas de segundos entre el pensamiento y el momento infinitesimal en que se produce la idea.
Naturalmente,
para un observador abstraído es más simple des- envolverse en el mundo de la
física clásica; no podría hacerlo en el
mundo cuántico, pues este observador necesitaría de hechos más sensibles al
entendimiento común, visibles o no. Es el denomina- do acontecimiento de
reversibilidad temporal, en el que los sucesos ocurren de una manera tal que
permiten adoptar cualquier dirección en el espacio y en el tiempo. Es por esto
por lo que el observador influye definitivamente en la interpretación de la
materia, es el que le aporta conciencia a la realidad. Ello permite las dualidades onda-
partícula, cuerpo-conciencia y mente-realidad, aspectos todos ellos
indisociables de la existencia.
Es el observador el que crea la realidad del instante presente y no es el instante
lo que determina la realidad. Si este instante no es observado se puede generalizar diciendo que se difundirá, extinguiéndose en el tiempo. Por tanto, sólo es la conciencia del observador del suceso lo que le aporta realidad.
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